Hace unos días mi hija de seis años me contó su “plan de vida”: quiere ser científica, detective (porque ama usar su lupa), tener una galería de arte y escribir cuentos.
Me dio ternura su plan, pero en menos de diez segundos mi mente se llenó de “es demasiado”, “tendría que elegir una sola cosa”, “lo de detective no sé si funciona”. Una catarata de “no puedos” automáticos. Por suerte, no dije nada de eso. Elegí mirar lo valioso: su entusiasmo y la libertad con la que imagina. Le respondí que me encantaba su plan y que mamá quería ser invitada especial en su galería (obvio).
Esa charla cortita —de las miles que tenemos cada día— me hizo pensar: ¿en qué momento los adultos dejamos que los “no puedo” dominen nuestras decisiones y nos roben la conexión con lo que disfrutamos?

La imagen es de Verónica Fabregat, una ilustradora que tiene obras hermosas y que descubrí cuando me animé a explorar el mundo de la ilustración 🙂
¿Por qué perdemos contacto con lo que nos gusta?
¿Alguna vez has sentido que necesitás tiempo y cuando finalmente tenés un rato libre no sabés qué hacer? (No, scrollear una hora en Instagram no cuenta). Muchas veces no hay respuesta evidente frente a la pregunta “¿qué me gusta hacer realmente?”.
En el consultorio lo escucho seguido. Muchos adultos sienten que han perdido el contacto con sus momentos de disfrute, especialmente en lo más cotidiano.
Y es esperable: vivimos en un mundo lleno de obligaciones y presiones, donde la búsqueda de satisfacción se vuelve una tarea más en la agenda. Parar un momento puede ser suficiente para descubrir que ya no sabemos qué nos da alegría, y que lo más simple (como dibujar, caminar, escuchar música) se ha ido olvidando.
El momento en que dejamos de lado lo que disfrutamos
La desconexión ocurre por varias razones:
- Presión social y laboral: priorizamos productividad y expectativas externas antes que placer personal.
- Fusión con pensamientos limitantes: creemos firmemente en frases como “no tengo tiempo” o “eso no sirve”.
- Evitación experiencial: huimos del aburrimiento o la frustración… y terminamos perdiendo una hora en Instagram mirando todo lo que no haremos.
- Falta de atención plena: dejamos de registrar esos micro-momentos de disfrute que sí están ahí, pero pasan desapercibidos.
Señales de desconexión emocional
Tal vez te identifiques con alguna de estas situaciones:
- Te sentís aburrido incluso en tu tiempo libre.
- Hacés actividades “automáticas” sin verdadero placer (ver series, redes, tareas rutinarias).
- No recordás la última vez que algo te emocionó o llenó de satisfacción.
- Tenés una sensación de vacío o desconexión interna, aunque “todo esté en orden”.
Cómo reconectar con lo que disfrutas (con ayuda de la ACT)
La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) propone herramientas simples y poderosas:
- Clarificar valores: preguntarte qué es lo que realmente importa, sin juzgarlo. No importa si hoy no podés alcanzarlo, sirve como horizonte.
- Experimentación consciente: probar actividades nuevas sin exigencias ni expectativas de éxito.
- Aceptar emociones: dejar que aparezcan aburrimiento, frustración o confusión sin intentar evitarlas.
- Compromiso con acciones: dar pequeños pasos alineados con tus valores, aunque sean mínimos.
A ponerlo en práctica: micro-retos para cada día
Podés empezar con pequeños experimentos:
- Registro diario de disfrute
Anotá 3 momentos del día que te hayan hecho sentir presente o bien.
Ejemplo: “me gustó el aroma del café en la mañana”, “disfruté caminar escuchando música”, “me sentí orgullosa al terminar un proyecto”. - Exploración de actividades olvidadas
Hacé una lista de cosas que te encantaban de niño/adolescente y retomá alguna.
Ejemplo: dibujar, escribir cuentos, salir a buscar “pistas” como si fueras detective. - Micro-experimentos semanales
Dedicá 30 minutos a algo nuevo, sin presiones.
Ideas: visitar un museo, probar una receta distinta, caminar por un barrio nuevo. - Revisión de valores
Escribí tus valores más importantes y buscá acciones pequeñas que los reflejen.
Ejemplo: si valorás la creatividad, dibujá unos minutos; si valorás la conexión, llamá a un amigo.
“Volver a mirar con lupa”
Reconectar con lo que nos gusta no es encontrar un gran sueño perdido (o no siempre, al menos), sino recuperar los momentos del día a día que nos acercan a nosotros mismos. Aceptar la incomodidad de no saber qué nos gusta, y aun así probar, nos devuelve creatividad, curiosidad y disfrute.
Quizás la clave está en volver a mirar como mi hija: con lupa en mano, libertad para imaginar y entusiasmo por multiplicar posibilidades, en vez de recortarlas con “no puedos”.
La terapia como espacio de encuentro
A veces acudimos a terapia cuando tenemos un problema que no podemos solucionar o cuando arrastramos sufrimiento o malestar durante mucho tiempo. Pero otras veces, la terapia puede ser ese lugar seguro para “parar la pelota” y volver a encontrarnos con nosotros mismos, a lo que disfrutamos, a lo que valoramos y a tender puentes hacia eso que deseamos.
Si algo de esto resuena con vos hoy, te invito a agendar un primer encuentro gratuito para conocernos. Eso que buscás quizás está más cerca de lo que creés ahora 🙂

